Volvemos a los relatos de terror, inspirados en Casa de muñecas de Patricia Esteban Erlés.
MUÑECOS
Yo maltrataba a mis muñecos.
Hasta que un día, cuando desperté, era uno de ellos. Me hicieron lo que yo les había hecho antes. No sobreviví.
Nicolás Delgado
EL FANTASMA DE LAS MUÑECAS
Una fría noche de invierno, con una gran tormenta, todas las luces se apagaron. Estaba sola en casa. Entré en mi cuarto con una vela. Todas mis muñecas habían desaparecido. Escuché como la puerta se cerraba tras de mí y la vela se apagó. Noté un dolor intenso por todo el cuerpo. Lo último que recuerdo es que en ese momento volvió la luz. Ahora soy un fantasma que vaga por esta casa en busca de sus muñecas.
Julia Gota
Asesina en la sombra
Todavía me ponía nerviosa cuando veía luces azules y temblaba cuando un coche de policía pasaba a mi lado. Luego me tranquilizaba. Había cometido el crimen perfecto y simplemente era otra ciudadana más buscando una nueva víctima.
Juan Esteban Girón
Lo último que vi
Lo último que vi fue mi despertador anunciando las 3:16 antes de que clavara sus uñas a través de mi pecho; su otra mano en mi boca ahogaba mis gritos. Me desperté; pensé que había sido solo un sueño. Hasta que vi eran las 3:15 y escuché la puerta del cuarto abrirse.
Salim Anakkar
El cochecito de porcelana
Él me miraba, me miraba mientras dormía, mientras jugaba, mientras comía… Se acercó y me susurró al oído que la matase, que no la soportaba. Le hice caso; la cogí y la empecé a rajar; podía ver su dolor en esos cristalinos ojos de muñeca. Él se reía, mientras ella chillaba. Cuando la maté, el cochecito se me acercó y me dijo: “Ahora te toca a ti”.
Ariana Perla Rovetta
Ido
Estaba cansado de tanto odio. Lo sigo estando.
A veces me llamaban loco. Me lo siguen diciendo.
Parecía que se acababa. Aquí sigo.
Y ahora… ¿En qué me he convertido?
Quizás en un villano con la cara destapada que mendiga pidiendo sangre mientras se clava constantemente una navaja en la misma herida.
Quizás en un alienígena sin misión que se parte uno a uno los huesos y los nervios mientras se saca los ojos, ya que no quiere ver nada.
O quizás en un fantasma que asusta a los más débiles porque es un simple cobarde.
Tengo que parar. Bueno, no. Esto me encanta. Ja, ja. Me encanta insultarme mientras me arranco lentamente las orejas. Ja, ja.
Héctor Marrodán
Un sombrero negro
Hace tiempo compré un sombrero negro; lo hacía todo con él: andar, dormir, ir a clase… Un día el sombrero me habló con una voz tenebrosa y casi inaudible: “¡Mátalos!”. Yo, con un horror inmenso, le hice caso; los maté. Maté a mis padres y a mi hermano, uno a uno, sin piedad, degollándolos con un cuchillo de carnicero.
Desde aquel día vago por las calles de mi ciudad y él, el sombrero, me obliga a matar a quien se interpone en nuestro camino. Ya no sé quién lleva puesto a quién.
Álvaro Mora
La última caricia
Estaba con mi hermana en casa; cada una en su habitación. Sentí cómo una mano fría y un cepillo se deslizaban por mi cabello. La única que me cepillaba el pelo era mi madre. Me di la vuelta y no había nadie. Pensé que podría haber sido una sensación sin importancia por el viento de las ventanas abiertas. Pero me giré y vi cómo madre, malherida y aterrada, se desvanecía en aquel gran espejo. Sus últimas palabras fueron: “No mires atrás”. Cuando me di la vuelta ya era demasiado tarde. Sentí un intenso dolor en la espalda y vi el cepillo con cuchillas incrustadas junto a mi sangre. Lo último que recuerdo antes de desvanecerme fue aquella mano gélida e infantil que atormentaba mis pensamientos.
Alejandra León
Mi enterramiento
El silencio absoluto, mis uñas desgastadas. ¿Por qué oigo golpes consecutivos? Pom, pom… Respiro con dificultad y no veo nada. Quiero moverme, pero algo me lo impide. Solo puedo gritar pero nadie me escucha.
¡Despierta, Rodrigo; vas a llegar tarde! ¡Dios, estoy vivo!
Rodrigo Astola
El enterrador
Yo estaba enterrando ya al chico que había descuartizado horas antes. Pero de repente me di cuenta de que era un sueño y me desperté. Yo estaba en un bosque al lado de un hoyo y comprendí que yo iba a ser descuartizado y enterrado…
Raúl Pascual
Las muñecas
Una noche las muñecas me susurraron al oído mientras intentaba dormir. Me decían que si las decapitaba luego ellas me matarían a mí. A la mañana siguiente, pensando que el susurro había sido un sueño, decapité a la más fea. A la noche siguiente ellas cumplieron su palabra.
Irene Berrueco
Ese ruido
Ese ruido ya lo conocía, todas las noches lo mismo. Pero esta vez era más fuerte y venía de debajo de mi cama. Miré y…,al siguiente día mis padres no me encontraron en la habitación. Al menos entera.
Oihane Lerena
(2º de ESO C)
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